jueves, 28 de septiembre de 2017

LXXXVI

-Maestro, es aquí, fijáos en ese avellano, al otro lado del río, fijáos en esa rama. ¿La veis? A simple vista no llama tanto la atención, a su lado hay otras más largas y más lozanas, pero ésta tiene una belleza muy particular. ¿Verdad que es perfecta?, no podemos volver a Dalmacia sin ella. Es cierto que no es del todo recta, pero se curva con una gracia casi sagrada. No imaginaba que algo así existiese, que volviera a sentir esto tras tanto tiempo, había perdido la fe. Hacía mucho que ya ni siquiera buscaba una vara. Pero en estos días pasé mucho junto al río y me he dado cuenta de que la necesito. Confieso que tal vez me he acercado mucho, y la he tocado, la he medido, he visto la perfección en los nudos de su madera, el Sol era testigo, y más allá de esa corteza lisa y brillante he sentido un interior denso y puro, lleno de bien. Hasta hablé con ella, maestro, de veras os digo que es especial, la miro y me hace incluso temer, porque siento el vacío al no tenerla entre mis manos, no puedo respirar... ¡Maestro, con ella podremos cruzar Iliria de nuevo!, yo podré dedicar la vida al peregrinaje, como indica la Orden, llegar hasta donde los pies y la vara me lleven; y subir al fin al surtidor de cesio y ganar en el juego de los abalorios, podremos hablarle directamente al lodo.

-La rama no es recta,
sin embargo algo en ella impresiona, sí.
Pero, ¿por qué tiene que ser tuya,
y si ya tiene dueño?

-¿Dueño? ¿Cómo, maestro? No entiendo, ¿aquí quién la va a aprovechar?, el hijo de algún campesino tal vez. No hay nadie de la Orden en esta parte del mundo, y la gente vive hoy tan lejos de la virtud... ¡la echarán a perder!, sólo les impresionará su corteza, no verán más allá y no cuidarán su interior; la forzarán para hacerla recta, la enderezarán a hierro y fuego, la dejarán secar al sol y se agrietará, maestro. Yo la he observado este tiempo cuando caminaba hacia el pueblo, y lo he meditado estos días mientras curábamos a los enfermos. No amo la madera efímera que la compone, que se marchitará y perderá fulgor con el tiempo, amo algo que no se acaba, una luz cegadora que viene de su naturaleza. La respeto, porque la he mirado, y al mirarla la he visto como la excepción que es. La valoro como nadie aquí la valorará... Y he aprendido de vos, si se resistiese al corte no insistiría.
Sé que podría esperar a que creciera algo más pero creo que puedo sacarla hoy mismo que partimos y trabajarla como me enseñásteis, la rama va a estar mejor conmigo. Seguro que también vos podéis sentir cómo ella tira de mí, ¡decidme que no es cierto!, ¿veis?, también podéis sentirlo. Y entiendo que parte de esta ansia que sufro es posesiva, lo entiendo, pero verdaderamente quiero el bien para esta rama, no sólo busco mi satisfacción, quiero estar ahí cuando salga su propia voz, cuando sean sus vetas las que se expresen, no imponerle algo que yo quiero que sea. Estos días pasados cuando me pedísteis que hablase del camino ante los artesanos, ¡cuántas varas se me ofrecieron! Varas terminadas, elegantes, pero yo no podía dejar de pensar en la rama y el río.
La respetaré como la materia pura que es. Quiero incluso que sea ella la que me guíe por muchos otros caminos por los que yo solo nunca me hubiera aventurado. Oh, va a ser una vara tan bella..., sé lo que debo hacer, sé cómo la puedo ayudar, llegará conmigo a ser todo cuanto ella quiera. Y gracias a ella yo también llegaré a ser todo cuanto puedo. Creo que se lo debo.

-No lo dudo, eres un buen chico,
pero olvidas preguntar lo importante.
Primero: ¿de veras necesitas la vara ahora, hoy?
Controla la emoción y contesta: ¿podrías vivir sin ella?
Y después: ¿has pensado en el que vio la rama antes que tú?,
¿que hay otro que hace tiempo que la mima y la cuida,
que es quien ha escardado así el avellano,
y que espera a que esté lista para convertirla en vara?

-No había pensado en eso, maestro. Pero...

-Olvida la vara que aún no existe,
olvida la rama que ves ahora aquí,
deséale un dueño que la complete
como tú la habrías completado,
uno que la necesite aún más que tú
uno que no puede vivir sin ella.
Atento ahora a la lluvia, respira,
seguimos nuestro camino.