viernes, 15 de junio de 2018

CVI

El dios de este río desea nuestra desgracia, pero eso no debe preocuparnos, Clito. Aunque todos los dioses menores se propusieran desfavorecernos nuestro destino último siempre sería grandioso, pues Zeus altitonante nos sonríe.

Ve, avisa a Sócrates y Amintas, que ellos iniciarán el ataque contra los jinetes de Arsites. El ejército que enfrentamos obedece a pasiones primarias. Se lanzarán sobre la ile como buitres, abandonando la formación, y es entonces cuando nosotros cruzaremos río arriba. Sin disciplina no somos más que animales.

Por eso, corre, Clito, que preparen bien los caballos, la otra orilla es empinada y no esperarán que pasemos por aquí. Si los ancianos de Lámpsaco no mentían, el río no cubrirá mucho más de nuestra cintura. Pero me intriga lo que pueda hacer Memnón, esa serpiente sabe de mi padre en Beocia y esperará una trampa. Por eso cuando crucemos representaremos su terror, habrá que neutralizarlo el primero; los barreremos desde el flanco hacia el centro, atravesando su línea, que reine el pánico.

Debemos ser implacables y descabezar cada satrapía. En cada hueco que yo vaya abriendo buscad a los comandantes, acabaremos con cada general que encontremos: Arsames, Mitrobúzanes, Espitrídates... todos deben caer, cuando los hombres pierden el orden se los come el miedo.

Algunos creen que el destino me será propicio sólo por ser descendiente de Aquiles, el de los pies ligeros. Pero no.

Míralos, concéntrate en sus rostros; parecen guerreros, sin embargo no estarán tan dispuestos a luchar cuando me vean acercarme, cuando puedan oler mi sudor y vean mi sangre, me miren a los ojos y sepan quién soy, cuando de veras entiendan a qué he venido. Pero recordad que con los persas deberéis ser compasivos en la victoria, pues pronto formarán parte de nuestro reino, y serán nuestros iguales. Cuánto se equivocaba nuestro maestro estagirita sobre estos bárbaros.

¡Maldito sea el nombre de Memnón, ese isleño traidor y fratricida que se esconde detrás de una higuera!

Marchemos, compañeros, tiñamos el río con nuestra sangre. Todo sacrificio agrada a Hades. Y no temáis al infierno, pues es sólo un lugar donde está también la persona amada, pero ella allí no nos corresponde.

Lo único que importa es la audacia, sólo existen la valentía y el Honor. La paz no es una opción. La belleza tangible es efímera, la huella del alma es duradera. Únicamente el furor hace inmortales a los hombres. ¡Hefestión, reúne a los compañeros! En la retaguardia persa esperan doce mil mercenarios griegos, traidores que por oro aqueménida matarían a otros helenos. Quieran los dioses que tu lanza atraviese a tantos como veas. Llevará tiempo pero hay que acabar con todos, no podemos permitir que haya otros griegos junto a Darío. Yo estaré como siempre a tu lado, matando como pueda, secándome su sangre de los ojos, ignorando el dolor de mi cuerpo. No hay perdón, no hay piedad posible, hemos de dar ejemplo. A matar, a morir. Que no nos tiemble el pulso, asegúrate de que la inocencia no sea discriminada.

Eso sí, sé que hay algo grande que debemos hacer, cien ríos más allá de éste, más allá de las montañas por donde sale el Sol... Yo conozco mi destino, pero hay quien por no saber aceptar lo que la fortuna le ofrece duda de pronto y rechaza lo que se le estaba entregando. Y así lo dejan a uno... desatado, suelto, pero con una fuerza dentro que se desborda y que no hay dios que la contenga, en este mundo mezquino que nos consume y se nos traga a pesar de nuestros esforzados sueños. Así que me vais a soñar, todos vosotros y los que nazcan después de nuestra muerte... ¿Quién más quiere vivir para siempre?

¡Ay de nosotros, Clito! Huyamos de la riqueza y del amor, huyamos de todas las cosas en la vida que destruyen a los hombres. Matemos, y que nadie conjure el método de nuestra ferocidad. Quiero morir, quiero morir, Clito. ¿De qué sirve vivir si uno no es un dios?




Fuentes:
Desperta Ferro Antigua y Medieval, nº 27, "Alejandro Magno (I) De Pella a Issos"
Bar del Infierno, Alejandro Dolina

sábado, 9 de junio de 2018

CV

Yo era el alumno y el maestro,
era el Sol, la Luna y la rama,
el río, el muro y la puerta,
todo dormía en mi interior.

Me enamoré de mí al verte.

Me iluminé por dentro estando contigo.