mi Dios en vida
se encontraba el papel,
un pendejo
de sol y sombra
queriendo
deber hacer mucho mejor:
“yo he venido a
hablar conmigo,
dentro de mí
hay alguien”
Perdida en mis vetas negras
en el vicio
que se inició en mis manos
en la
profundidad del principal encanto
desorientada
por el ángel sólido
con la cobertura
caída y rota
y movida
sólo por el joven
golpeaste contra
el monte desnudo
Ahora sobre
un soldado que se desliza
no hay más
que muchachos en mis tazas,
salen a
remar gritando
pero cubren
el otoño y se desintegran
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